La Argentina venía de transitar uno de los momentos más difíciles de su historia económica y social. La crisis de 2001-2002 transportó al país y a sus habitantes hacia el infierno socioeconómico, hacia el ostracismo de los mercados y la desconfianza en una nación que supo ser el granero del mundo. No hubo indicador que se salvara de semejante debacle. Luego de que el Producto Bruto Interno (PBI) descendiera al 10,9% en 2002, Néstor Kirchner inauguró un ciclo económico virtuoso en el que el país creció, progresivamente, a tasas chinas (cerca del 9%). No había piso estadístico; sólo lugar para la recuperación. Kirchner no sólo se puso el overol presidencial; también fue el virtual ministro de Economía. Todo pasaba por sus manos. Desde la decisión de erradicar las cuasimonedas provinciales, pasando por la redistribución del ingreso hasta la convicción para acabar con la relación financiera que unía a la Argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Hace una década, Kirchner rechazó las políticas sugeridas por los organismos externos. Pagarle al Fondo era el camino para liberarse de esas recetas. "Sabemos que nuestra deuda es un problema central. No se trata de no cumplir, de no pagar. No somos el proyecto del default. Pero tampoco podemos pagar a costa de que cada vez más argentinos vean postergado su acceso a la vivienda digna, a un trabajo seguro, a la educación de sus hijos o a la salud", enumeró al asumir el 25 de mayo de 2003.

En los años posteriores, la gestión kirchnerista fue buscando la normalización de los pagos a los acreedores (aún sigue pendiente la deuda con el Club de París). El Banco Central fue acumulando reservas internacionales. Y no creció el endeudamiento. Una explicación es que la Argentina continuó fuera de la órbita de los mercados internacionales, por efecto del default de 2002.

En ese contexto, se consolidaron los hijos del modelo kirchnerista, los superávits gemelos, el fiscal y el comercial. Sin embargo, no todas fueron rosas. Bien entrado 2007, el Gobierno decidió echar mano a las estadísticas. Así la desconfianza recayó en el Índice de Precios al Consumidor (IPC), es decir, la inflación. La intervención también golpeó -naturalmente- la credibilidad de las tasas de pobreza y de indigencia. Un año más tarde la gestión kirchnerista libró una batalla que la dejó herida electoralmente -ya en tiempos de Cristina presidenta-. Las agrupaciones que representan al campo rechazaron de plano las retenciones móviles, en momentos en que se desataba otra crisis financiera internacional. En 2009, la Argentina cerró el ciclo de vacas gordas. El PBI sólo creció un 0,9%. En adelante, Cristina continuó con políticas para redistribuir el ingreso y estatizar empresas, aunque los superávits gemelos quedaron en el camino. La inflación siguió siendo el fantasma del modelo, que se ha teñido de azul este año por efecto del dólar paralelo, alimentado por el cepo cambiario oficial.

TRES CLAVES

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Canje y cancelación

Néstor Kirchner avanzó en el proceso de normalización de la deuda, a través de canjes por bonos y el pago al FMI en 2005.

Crisis del agro
Tensión con el campo

Cristina llegó al poder y se peleó con el campo en 2008 por las retenciones móviles. El voto de Cobos fue un golpe al modelo.

Emisión
Con el rostro de Evita

La expansión monetaria fue la clave del último bienio. En ese contexto, se lanzó en 2012 el billete de $ 100 de Evita.